Los 4 segundos que sostienen todas las horas de mi semana
Aprovechando la época navideña, he decido traer las manos al teclado para escribir este artículo, que en cierta forma era una deuda pendiente que mi conciencia me reclamaba desde hace ya varias semanas. Resulta que hace unos cuantos domingos atrás, me encontraba yo en la iglesia, sentada en el mismo banco de siempre, oyendo misa como de costumbre. Estaba distraída. Miles de ideas de toda índole, color y peso se me acumulaban unas encima de las otras en torres infinitas que se tambaleaban y chocaban en el espacio de mi mente. Que la carrera, que el trabajo, que aquel trámite que quedó pendiente, que los regalos que no he comprado, que las cuentas, que los ahorros, que el mercado, que mi horario para mañana, y así sucesivamente iban apareciendo voces y más voces, provocando un ruido estruendoso que terminaba por aturdirme por completo. Volví en mí. Traté de recordar sin éxito lo que se había predicado en el Evangelio. Me sentí frustrada, solté un airecito pesado que acarreaba to...