Un mes, dos semanas y un día.

Un mes, dos semanas, y un día, es el tiempo que llevo sin escribir. Y se los juro ya me estaba empezando un tic en el ojo. Para más colmo, los últimos cinco días me vi obligada a ignorar todas las ideas que mi cerebro había almacenado de una manera testaruda durante todo ese tiempo en el que no las pude escribir, por el bien de mi carrera. Les explico: pasé cuatro días y tres horas sometida al más estricto régimen prusiano con el único objetivo de hacer la entrega final de diseño. –Sin duda mis compañeros de arquitectura entenderán la gravedad del asunto- Señores, eso es lo que hay que hacer para no trasnocharse dibujando planos o cortando escalones: trabajé de 7 de la mañana a 11 de la noche sin excepción durante cuatro días; para cada día elaboré una lista en orden prioritario con cosas que hacer. Limité las movilizaciones hasta tal punto que en los cuatro días sólo salí dos veces: una vez a misa y otra vez para comprar materiales para construir la maqueta, de resto caminé de mi cuarto a la cocina, de la cocina a mi taller, de mi taller a la cocina, y de la cocina a mi cuarto, incluyendo breves idas al baño.
Por supuesto que el último día ya estaba al borde de la locura.

Pero ahora que el trimestre terminó, soy libre para pensar en algo más que en escaleras, vigas, puertas y romanillas. Y dada mi ardua experiencia de abstención de la escritura durante un mes, dos semanas y un día, he decidió escribir sobre por qué escribo. Tema nada novedoso, debo admitir, ya que el famoso escritor británico George Orwell, autor de la conocida novela Rebelión en la granja, explicó todo lo que concierne a dicho tema en su ensayo titulado justamente Por qué escribo, publicado en el año 1946.
En dicho ensayo, Orwell explica los cuatro motivos principales que él reconoce que estimulan el deseo de escribir en una persona. Éstos son, citando directamente al autor:

1. El egoísmo agudo. Deseo de parecer listo, de que hablen de uno, de ser recordado después de la muerte, resarcirse de los mayores que lo despreciaron a uno en la infancia, etc., etc. Es una falsedad pretender que no es éste un motivo de gran importancia. Los escritores comparten esta característica con los científicos, artistas, políticos, abogados, militares, negociantes de gran éxito, o sea con la capa superior de la humanidad. La gran masa de los seres humanos no es intensamente egoísta.(…)
2. Entusiasmo estético. Percepción de la belleza en el mundo externo o, por otra parte. en las palabras y su acertada combinación. Placer en el impacto de un sonido sobre otro, en la firmeza de la buena prosa o el ritmo de un buen relato. Deseo de compartir una experiencia que uno cree valiosa y que no debería perderse. (…)
3. Impulso histórico. Deseo de ver las cosas como son para hallar los hechos verdaderos y almacenarlos para la posteridad.
4. Propósito político, y empleo la palabra “político” en el sentido más amplio posible. Deseo de empujar al mundo en cierta dirección, de alterar la idea que tienen los demás sobre la clase de sociedad que deberían esforzarse en conseguir. Insisto en que ningún libro está libre de matiz político. La opinión de que el arte no debe tener nada que ver con la política ya es en sí misma una actitud política.

Como uno de los mayores actos de vanagloria que he cometido en toda mi vida, me declaro culpable de querer cambiar al mundo, de sucumbir ante la belleza de las palabras y las metáforas, y de querer descifrar los misterios de esta vida para poder trascender… me declaro culpable de querer escribir. Lo necesito, mi mente no se callará jamás si no lo hago, y de otro modo no tendré paz.

Es verdad, soy vanidosa, me encanta que los demás me estimen, me encanta que crean que lo sé todo de cultura general. Leo en gran parte para aprender cosas nuevas, y por eso nunca me siento a leer sin un papel y un lápiz y un diccionario a mi lado, para ir anotando las palabras que desconozco junto con su significado. –Recomiendo ampliamente la aplicación para celulares de la Real Academia de la Lengua Española, es extremadamente útil para tales fines-
Como por ejemplo la palabra “paroxismo” que la extraje de la novela La Montaña del Alma de Gao Xingjian, me pareció particularmente rica por su variedad de significados:
1.       Exaltación extrema de los afectos y pasiones
2.       Exacerbación de una enfermedad
3.       Accidente peligroso o casi mortal en que el paciente pierde el sentido y la acción por largo tiempo.
Y lo más espectacular es que Xingjian hace uso cabal de dicho vocablo, refiriéndose a los tres significados a la vez en el épico final de su novela. Jamás pensé que algo así era posible.
También anoto palabras que me llaman la atención por su fonética o por su rareza; palabras como “hipatia”, que ni siquiera sé si es inventada o no, pero igual me fascina. Hipatia es el nombre de una creatura mítica de excepcional belleza, que aparece en un capítulo de la novela Baudolino, escrita por Umberto Eco.

Por otro lado, viviendo en un país como Venezuela –y conociendo el estado de decadencia y de anarquía que estamos viviendo hoy en día- cómo podría evitar escribir sobre la situación del país, sobre las desventuras del día a día del caraqueño… ¡¿cómo podría negarme a relatar las historias de sufrimiento y de represión que he visto con mis propios ojos?!
Pero curiosamente, estos temas son los más difíciles de tratar para mi, supongo porque no estoy hecha para la política, porque hay muchas cosas de ese mundo que no me entran en la cabeza, y porque, a pesar de todo, me duele ver como se destruye mi país, como se engendran enemistades y como se olvida el patrimonio por una promesa política que ya es antigua… y esas fuertes emociones a veces me nublan la mente a la hora de escribir.

Para colmo, escogí una carrera que trae consigo un estilo de vida determinado, unas costumbres y una manera de ver las cosas. Sonará cliché, pero es verdad señores: para estudiar arquitectura hay que tener vocación. Hay que tener un fusible quemado en el cebero para dedicarse voluntariamente a esta profesión.
También he vivido experiencias que, aunque sean comunes, han definido quien soy y han fortalecido mis creencias y mis principios, experiencias que siento que son valiosas y que vale la pena compartir, como por ejemplo, las veces que me he ido de Misionera católica en Semana Santa, a unos pueblitos perdidos del interior del país. Sin mencionar los momentos en los que siento que se han afianzado los lazos de una amistad, o los momentos en los he tenido que decir adiós.


Siempre he tenido alma de artista, a la corta edad de siete años dije por primera vez que quería ser pintora y escritora. Pero lo que me pregunto ahora que ya no soy una niña, es si el egoísmo me lo permitirá, si seré capaz de dominar mis emociones para poder expresarme con claridad, si realmente podré transmitir todo eso que quiero contar; porque razones para escribir, no cabe duda que tengo muchas.

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