El fenómeno de los juegos del hambre y la civilización del espectáculo

El séptimo arte tiene la gran ventaja de que puede adelantarse a nuestro tiempo, y mostrarnos posibles visiones del futuro de la humanidad. Es fantástico como la gran pantalla del cine se convierte en la superficie de una bola de cristal en manos de una vidente.
Desde miles de versiones de historias en las que robots dominan un mundo poblado de humanos obesos y sedentarios, pasando por especulaciones sobre el fin de los días e invasiones  de los extraterrestres, Hollywood lo ha hecho todo. O al menos eso creíamos, hasta que llegó “Los Juegos de Hambre”, una historia clásica de rebelión social con un twist genial que la liga directamente con el mayor mal de la sociedad posmoderna: el culto al espectáculo.
Hablo como si Hollywood hubiese sido el autor de la historia de los Juegos del Hambre porque debo admitir que así fue para mí, yo no me leí los libros en los que se basa al largometraje, es más, tan poco era mi interés en el tema que fui a ver la segunda película en el cine sin haber visto la primera entrega de la saga. Si, tal vez sea un descaro de mi parte atreverme a opinar sobre una película basada en un libro que no me leí, Pero de todo modos lo haré, en parte porque hay un libro que sí me estoy leyendo que viene como anillo al dedo para explicar el tema socio-cultural que se trata en la película, me refiero al último libro de Mario Vargas Llosa titulado “La civilización del espectáculo.”
La degradación moral de la sociedad, la globalización y centralización de la cultura, y la sobrevaloración de cosas intrascendentes son temas tratados tanto en el libro de Vargas Llosa como en la película de Los Juegos del Hambre. En esta última vemos cómo la  clase alta de la sociedad disfruta viendo a sus semejantes morir, en vivo y en directo, como si se tratara de un show de circo. En resumidas cuentas, la protagonista de la historia, Katnis Everdeen, nuestra querida heroína vive en una sociedad macabra y cruel, llamada Panem, que está dividida en 13 distritos, de los cuales el primero corresponde a los individuos más adinerados e influyentes, y todos los demás viven sumidos en una terrible miseria, y son tratados como esclavos. Para entretener a las clases altas, todos los años son seleccionados al azar dos jóvenes de cada distrito para que participen en “Los juegos del hambre”, un evento anual que es transmitido en directo a todos los rincones de la tierra como un reality show, que consiste en una competencia feroz por sobrevivir-si, literalmente sobrevivir- de la cual sólo puede quedar con vida un jugador, que es coronado victorioso.
Resulta verdaderamente terrorífico ver como las personas de la clase alta de Panem se entretienen viendo en grandes pantallas en alta definición cómo un grupo de personas se vuelven asesinas y causan una mortandad entre ellos. La crueldad alcanza valores inimaginables mientras que sentimientos como la caridad humana y la compasión son erradicados a la fuerza de los corazones de los desafortunados participantes.  
La civilización del espectáculo es aquella que sólo piensa en divertirse, y que despoja de significado a todo lo que ve para convertirlo en tan sólo un objeto más que consumir para su propia satisfacción. El hedonismo, la insensibilidad, el consumismo y la intranscendencia o lo efímero es lo que vale para los individuos que forman parte de dicha cultura, o como diría Vargas Losa, de dicha anticultura. Por otro lado, el condecorado escritor explica en su libro que “la cultura no puede incluir violencia ni barbarie”, porque como dijo T.S. Elliot: “La cultura es todo aquello que hace de la vida algo digno de ser vivido.” Dicho esto, se puede decir entonces que los gobernantes de Panem han establecido el reino de la anticultura en su máxima expresión, y Katniss, la valiente heroína de la historia, parece ser la única dispuesta a mantener sus valores y a no renunciar a una vida digna, dando a pie a lo que podríamos llamar la revolución de la cultura.
Es curioso cuando el cine nos da la oportunidad de hacernos una autoevaluación, porque coloca al espectador común en una situación bien incómoda: la de verse reflejado en un espejo que exagera sus debilidades, sus miserias, e inevitablemente provoca que nuestra cerebro elabore preguntas temidas como: ¿qué estoy haciendo ahora con mi vida? Y ¿qué pasaría si sigo haciendo lo mismo?
Ahora, tomemos un espécimen común de nuestra sociedad actual, por ejemplo una joven de 17 años que está sentada en el sofá de su casa cómodamente viendo “Keeping up with the Kardashians” Preguntémonos entonces, tratando de ser lo más objetivos posible, ¿qué está haciendo esa niña? Está divirtiéndose viendo la vida privada -muy privada, asquerosamente privada, diría yo- de unas desconocidas. ¿Qué pasaría si sigue haciendo eso durante toda su vida? ¿Seguirá siendo ella misma o querrá copiar las actitudes de las personas extrañas que está viendo? ¿Llegará un punto en el que se acostumbrará a ver a esos extraños llorar, sufrir, y se volverá inmune a su dolor, convirtiéndose en un ser insensible? ¿Creyendo que son sólo muñequitos que aparecen en la pantalla y no personas reales de carne y hueso?
Ahora analicemos otra situación, una que yo presencié con mis propios ojos: es el día del estreno de la segunda entrega de la serie “Los juegos del hambre”, la sala de cine está repleta de quinceañeros y quinceañeras exaltados e inquietos.
Están a punto de ver una película dramática de ciencia ficción -casi un thriller psicológico para los personajes principales en mi opinión- una historia con mucho contenido político y social y hasta ideológico. Pero lo que todas estas quinceañeras hacen es chillar desesperadas cada vez que sale un actor bonito en la pantalla, y se ríen desvergonzadamente en muchas otras escenas sin ninguna razón aparente. No les sorprende cuando azotan a alguien en la película, pues están acostumbradas a ver miles de escenas de violencia que aparecen en las series del horario prime time en sus canales favoritos de cable.
Les presento entonces la terrible ironía: de un lado de la gran pantalla vemos al estrato más alto de una sociedad ficticia divirtiéndose mientras ven a otras personas matarse entre ellos, y a su vez, del otro lado de la pantalla está otro grupo de individuos que acudieron a ver una película tan intensa y profunda como lo es “Los juegos del hambre” simplemente para entretenerse, reírse un rato y ver a sus actores favoritos. ¿Y luego qué? ¿Salen de la caja negra del cine como si nada hubiera pasado? Algunas saldrán soñando con tener un vestido igual al que lució la protagonista en tal o cual escena, otras pensando en conseguirse un novio como el chico guapo y sensible que salió en la película… Y al día siguiente, ¿van a ver las mismas escenas de violencia en el televisor de sus casas? ¿Van a seguir viendo los episodios de estreno de “Keeping up with the Kardashians”?
¿No están haciendo exactamente lo mismo que hacen los malos en la película, sólo que a una menor escala? ¿Qué pasaría si siguen haciendo lo mismo, si esos jóvenes en un futuro cuando sean padres acostumbran a sus hijos a la misma rutina? Tal como los padres ricos del Capitolio auspiciaban que sus hijos vieran los juegos del hambre desde sus casa, y les compraban espadas para que jugaran a matarse unos a otros…Claro, no están asesinando a nadie, pero lentamente se están volviendo insensibles, seres incapaces de razonar por sí solos, hechizados por unas imágenes alteradas que muestran en pantallas por doquier, y así sumidos en tal aturdimiento visual van perdiendo su identidad y sus principios. Entonces, ¿de qué lado de la gran pantalla está la verdadera civilización del espectáculo? ¿Es “Los Juegos del hambre” una película como cualquier otra? ¿Qué está haciendo la sociedad posmoderna, y qué pasaría si sigue así?

No es que no me pareció hermoso el vestido blanco que usó Katniss en la película, y tampoco estoy negando que el actor que hace el papel de Peeta es bonito, lo que quiero decir es que no me dejo distraer por esas tonterías porque estoy consciente del mensaje de la película; pero justamente ese es el problema fundamental de los individuos que forman parte de la civilización del espectáculo: son unos tremendos inconscientes. 

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

UNIVERSIDAD EN RUINAS

SED

Dentro de la caja negra