Realismo Mágico

Hace uno días me enteré de que Gabriel García Márquez esta languideciendo en manos de la demencia senil, a sus 87 años de edad.
De tan laureado autor me he leído apenas dos libros: a mediados del bachillerato me leí El General en su Laberinto, y más adelante, en cuarto año nos mandaron a leer su obra maestra: Cien Años de Soledad.
Los libros son una cosa curiosa, uno cree que son objetos inanimados, pero resulta que a medida que uno los va leyendo, tocando y saboreando palabra por palabra, las hojas cobran vida, la carátula se rebela, y el forro se libera del resto del cuerpo. La edición que me compré de El General en su Laberinto era de tapa dura con un forro plástico, tenía la imagen de una hamaca de un color blanco amarillento sobre un fondo oscuro, y unas botas negras de militar al lado izquierdo.
Recuerdo que un día, después de una sesión de lectura, al cerrar el libro sentí las arrugas del forro plástico con mis dedos, noté que tenía rayones que atravesaban la hamaca y que irrumpían como ráfagas de blanca vejez sobre el fondo negro de la imagen. Daba la impresión de que había sido picoteado por los bordes, y ya no cubría la parte inferior del lomo…el libro había cobrado vida: estaba languideciendo como lo hacía el General en su laberinto.
También me acuerdo claramente de la tarde en la que leí la última página de Cien Años de Soledad. El momento fue tan abrumador que, luego de pronunciar la última frase de la novela en mi cabeza, alcé la mirada, vi hacia el frente fijamente, y me quedé inmóvil, hierática, hasta que el ruido del silencio me despertó como si de romper un encantamiento se tratara.
La providencia Divina tiene sus maneras extrañas de actuar en nuestras vidas; al día siguiente de haber oído la noticia de la condición de salud mental de García Márquez, me topé con un librito pequeño a precio viejo, de su autoría, tirado en un estante de la librería de la universidad. Leí el título: La increíble y triste historia de la cándida Enrédira y de su abuela desalmada. Lo leí por segunda vez para comprenderlo bien. Era una edición de bolsillo, y ya tenía puntitos de color ocre en el borde de las hojas. Supongo que de tanto vagar por los estantes de la librería ya el librito había cobrado vida sin ser leído aún. Fue así como el librito me encontró a mí. Esa idea tan simpática de pensar que los libros lo encuentran a uno, en vez de uno buscarlos a ellos, estuvo merodeando mi cabeza de un lado a otro desde que tuve una entretenida tertulia con un nuevo amigo….
En fin, volviendo a García Márquez, hay que recordar que fue él quien perpetuó eso del Realismo Mágico en la literatura latinoamericana, con su delirante novela Cien Años de Soledad.
Siempre he pensado que no hay nada más latinoamericano que el Realismo Mágico. ¿Conocen la famosa frase de Salvador Dalí “yo no tomo drogas, yo SOY una droga”? bueno, como yo lo veo, el Realismo Mágico no es latinoamericano, Latinoamérica ES Realismo Mágico.
Si, Latinoamérica es una tierra extraña e impredecible, donde corren hilos de sangre, las botas negras andan sueltas, y bestias y ninfas habitan las quintas. Y quién carajo sabe qué otro bicho anda suelto por ahí…Aquí la tierra nunca está quieta y la nieve se besa con el sol, hay patios de flores sin piedras, y piedras nacidas de flores, hay hasta mujeres morenas de ojos verdes…
Miren, no es cuestión de tiempo, es cuestión de cultura. Vivo en el siglo XXI en Caracas, Venezuela, y tengo un bisabuelo que se lo llevó el diablo a caballo –si, esa fue la explicación que me dieron cuando pregunté qué había sido de él-
Hace una semana cogí el teléfono para escuchar la siguiente frase, sin ninguna anestesia previa: “¡Mira, vienen los gochos, acompañados de tres mil guajiros a pedirle la renuncia al Toripollo!” Dense cuenta de la excentricidad de senda combinación de palabras…traten de decirle esa misma frase a cualquier otra persona fuera de nuestro país, a ver si le encuentra alguna lógica...
La última vez que tembló el suelo aquí, lo primero que se le vino a la mente a mi abuelo fue que había un espíritu merodeando por la casa, y por si fuera poco, hace unos días corrió un rumor de que en la entrada de mi urbanización, cuatro vecinas “acaloradas” habían puesto un morrocoy en el medio de la avenida para impedir el tránsito vehicular.
Al parecer en este país los morrocoyes paran el tráfico, las iguanas y los rabipelados provocan cortes de luz, y el presidente es asesorado por un pajarito que habla…
Y con todo este despliegue de absurda realidad cotidiana, nos atrevemos a decir, con el rostro consternado, que Gabriel García Márquez sufre de demencia.

Señores, me he quedado sin palabras, sean ustedes mismos los que juzguen quién está demente y quién no, y dónde es que se encuentra el fulano Realismo Mágico…si en un libro, en nuestras mentes, o en nuestra tierra encantada….

Comentarios

Entradas más populares de este blog

UNIVERSIDAD EN RUINAS

SED

Dentro de la caja negra