Hablemos de flores...


Todos los que me conocen saben de mi obsesión por las flores, no es ningún secreto. Forro mis cuadernos con fotos de jardines, en mi closet nunca falta un clásico estampado primaveral, y al lado de mi cama hay un calendario con paisajes floreados de la toscana italiana…
Más allá de los límites de mi cuarto, en la sala de mi apartamento donde estoy sentada ahora, me doy cuenta de que estoy rodeada de flores… hay miles de pinturas de flores, entre ellos un cuadro de calas que quedó de mi exposición de arte hace ya varios años, y otro de unas flores en un jarrón que pintó mi abuela. Las agujas del reloj del comedor bailan sobre un campo de margaritas, las servilletas en la cocina están decoradas de girasoles, la flor favorita de mi madre, y reposan sobre un mantel bordeado de yerberas y pétalos rosados.
Y aún así necesito más. Me gustaría vivir en una casa sólo para poder tener un jardín.
Hay algo de las flores que me tranquiliza… es como si el interruptor del estrés en mi mente se apagara en el momento exacto en el que alguno de mis sentidos entra en contacto con una dichosa flor. Desde su aroma, pasando por sus eternos colores, hasta la suavidad de sus pétalos… todo parece enajenar mi mente.
Quisiera echarle un vistazo melancólico a todas esas cosas que guardo en mi memoria sobre las flores, y que, en mayor o menor medida, acrecientan mi adoración por ellas:
Pienso, primero que nada, en el principito y su rosa, y lo imagino sentado en el suelo, al lado de su rosa viendo el atardecer. ¿Qué más se podría pedir?
Luego pienso en Claude Monet, y trato de visualizar su jardín en París, lleno de nenúfares y puentecitos japoneses…me imagino que cada vez que llueve los arbustos floreados se convierten en manchas de colores y los nenúfares en pinceladas sueltas que colorean el agua…
También me viene a la mente un muro forrado de trinitarias, mi flor favorita. En realidad nunca he visto un muro floreado como el de la imagen que se reproduce una y otra vez en mi cabeza, creo que es producto de mi imaginación, pero sí he visto trinitarias en la ciudad tratando de apoderarse de rejas de estacionamientos, ventanas de apartamentos frente a la avenida y llenando islas en las autopistas. Siempre he pensado que las trinitarias tienen un aire tan impresionista…como si Dios las hubiera pintado de un solo brochazo y en un instante…
En fin. Las flores son mi delirio. Me recuerdan a Dios y me llenan de gozo. Y a ti, lector anónimo, ¿qué te hace sentir así?







“Sólo vivimos realmente al contemplar con amor una rosa, un ave, una estrella, una obra de arte; cuando anhelamos la felicidad de alguien, cuando buscamos amorosamente la verdad y la justicia, cuando avanzamos hacia la perfección.” – Mahatma Gandhi.





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