Por qué amamos las novelas de Jane Austen

He tratado de pensar en una manera de escribir sobre este tema sin que todo lo que diga suene cliché. Pues, lamento informarles que no creo que pueda. Verán, cuando se trata de las novelas de Jane Austen, soy como cualquier otra chica, romanticona y cursi. No hay remedio.
 ¡Es más!, debería odiar a Jane Austen porque saca a relucir mi lado más ridículo. Pero bueno, ¡¿qué se puede hacer?! Al fin y al cabo nadie se salva de sufrir un eventual episodio de cursilería aguda. Ya es hora de admitirlo.
Mi madre nunca ha entendido mi adoración por dichas novelas, le parece inaudito que me interesen las historias de una época en la que las mujeres aún eran un cero a la izquierda. El matrimonio no era una opción, era la única salida que te aseguraba una vida digna. Las niñas eran criadas con el único propósito de enseñarles lo necesario para que pudieran conquistar a un hombre de buena posición. Tocar piano, bordar cojines, dibujar, verse bonitas, tener los cachetes ruborizados siempre, sonreír, mantener los bucles del cabello en perfecto estado… eso de arreglarse era toda una preocupación. Lo que yo hago en 20 minutos todos los días (escoger la ropa, accesorios que combinen, peinarme y ponerme perfume) ellas lo hacían en el triple del tiempo o más. Si les sobraba un par de horas escribían una carta, leían un libro, practicaban tocar piano o dibujaban un poco. Es decir, que un día tranquilo de vacaciones para mí, era un día como cualquier otro para las señoritas de aquella época. ¿Cómo no se aburrían? ¿Cómo no se sentían inútiles? Luego de haberme leído dos novelas de Jane Austen, Orgullo y Prejuicio y Sentido y Sensibilidad, al menos le conseguí respuesta a la primera pregunta: No se aburrían porque se entretenían chismeando. Así de simple. Además, tenían mucho en qué pensar, eso de conseguir un hombre era el más importante objetivo de sus vidas. Era una fuente de estrés considerable. Trato de ponerme en sus zapatos, y me imagino que toda mi vida depende únicamente de conseguir esposo, que si no logro casarme no tendré dinero, ya que no podré heredar nada de mis padres, tendría que meterme a monja, o trabajar toda la vida como una criada, o, en el mejor de los casos, quedarme como una solterona viviendo con algún familiar que me pueda mantener. Y todo esto se definía antes de los 30. Si a los 26 seguía soltera ya era hora de preocuparse.
Entonces, si la vida era tan injusta con las mujeres, ¿por qué tanta emoción por las historias de Austen?
No me bastan las manos para contar la cantidad de amigas que tengo que también son fans de estas novelas, especialmente de Orgullo y Prejuicio, que es la más conocida, en gran parte por sus múltiples adaptaciones al cine. ¡Ah, el exquisito Mr. Darcy! ¿Quién no sueña con conseguirse uno así? Un hombre pedante, creído, antipático y prejuiciado. -¿O más bien era generoso, tímido, educado, y culto? -Y no olvidemos increíblemente millonario y atractivo…
Supongo que la idea de que triunfe el amor a pesar de todas las circunstancias es lo genial de la historia. A pesar de las terribles primeras impresiones, de las barreras sociales, de los malentendidos a causa de chismes, de las limitaciones económicas, de las manipulaciones irracionales…a pesar de todo eso Mr. Darcy y Elizabeth Bennet terminan juntos.
Yo no me avergüenzo de decirlo: ¡Adoro los finales felices! (¿por qué creen que sigo viendo las películas de Disney a los 22 años?) Y no creo que eso tenga nada de malo. Ya estarán pensando, los pesimistas que se hacen llamar realistas (esos son los peores, se los digo, conozco a varios) que los finales felices no son reales, y que es una pérdida de tiempo soñar con esas cosas. A ver, así lo veo yo: lo que te pasa en la vida es lo mejor que te puede pasar, ese es tu final feliz. Es tu trabajo ver tu inevitable destino como tu final feliz.
Es como la vida de Jane Austen. Anoche vi la película que se basa en su biografía, con Anne Hathaway haciendo el papel de la famosa novelista, y el guapísimo James McAvoy como Thomas Lefroy, su pretendiente. Ya sea verídica la historia que cuentan sobre su vida o no, me sirve de ejemplo para mi explicación de los finales felices reales.
En resumidas cuentas, ellos se enamoran perdidamente, pero dado que ninguno de los dos tiene dinero, y sus familias dependen enteramente de ellos, les resulta imposible contraer matrimonio.
La película tiene un final feliz en el que ellos no terminan juntos. ¿Pero qué estoy diciendo? ¿Es acaso eso posible? Perfectamente, ellos felizmente aceptaron su inevitable destino. Él casado con otra y con una hija llamada Jane, y ella viviendo como una mujer independiente y moderna gracias a su exitosa carrera como escritora. Austen sabía que si ella y Lefroy se casaban, las dificultades les hubieran impedido ser felices, sus familias caerían en desgracia y se hundirían en la pobreza, y ella no hubiera podido dedicarse a su carrera como lo hizo. Lo que ocurrió fue el mejor final posible, llámenlo 'bitter-sweet' si prefieren, pero fue lo mejor.
 La película es increíblemente romántica, y super cliché: se odian, aprenden uno del otro, se dejan de odiar y se aman, las familias rechazan la unión, se esconden, deciden huir, ella se arrepiente y se devuelve, él regresa a buscarla, pero ya él está comprometido con otra y ella ya está mentalizada en  vivir su vida como una mujer independiente. La historia de Orgullo y Prejuicio es la misma cosa, sólo que cuando él regresa a buscarla si logran casarse gracias a su fortuna. (Vale acotar que Elizabeth Bennet no deja de ser una mujer independiente sólo por el hecho de que terminó casándose; pero ese es otro tema…)
Ah…finales felices dibujados por los sueños…y finales felices marcados por el destino. No hay que escoger, ambos se complementan. Si Jane Austen no hubiera soñado ridiculeces jamás hubiera pensado en las historias que escribió, y jamás se hubiera atrevido a vivir su aventura amorosa con Thomas, que evidentemente le sirvió de inspiración; pero si no hubiera aceptado su destino como escritora jamás hubiera tenido su carrera, porque resulta que ella también soñaba con ser una mujer independiente.
El atractivo de Thomas Lefroy, tal como lo presentan en la película reside en su arrogancia, en su actitud rebelde e irreverente.  Para una chica como Jane, un hombre con dicho carácter representa un reto, y despierta la curiosidad. Le resulta irritante, insoportable, pero terriblemente atractivo. Irónico, ¿no? El orgullo los mueve a los dos, ambos convencidos de que tienen la razón, de que el otro es el detestable, de que el otro es el ignorante, y esa tensión inevitablemente los termina acercando, porque mientras más se empeñan en diferenciarse uno del otro, más se dan cuenta de que son idénticos. Ahora entiendo el origen de una de las más célebres frases de Austen: “Is it not general incivility the very essence of love?”, frase que, no por casualidad figura entre las páginas de Orgullo y Prejuicio.
Una vez más me pregunto, ¿Por qué amamos las novelas de Jane Austen?
Confieso que empecé a escribir sin tener la respuesta, y con esperanzas de que, como un código secreto que se descifra solo, mis propias palabras sobre el papel me ayudaran a descubrirla.

Creo que es porque me encantaría que me pasaran a mí esas cosas, porque me siento identificada con el personaje de Elizabeth Bennet, porque todas tenemos un lado apasionado y sensible como el carácter de Marianne, en Sentido y Sensibilidad, y un lado racional y prudente como el de Elinor, su hermana mayor.  Porque sus historias enriquecen esos sueños irracionales con finales felices perfectos y avivan mi imaginación, y a veces, cuando aún no vislumbro a la distancia mi final feliz marcado por el destino, esos otros sueños ridículos, ese final feliz alternativo no dejan que mi sonrisa caiga. Así que, no le tengo miedo a la cursilería, se que de vez en cuando, en pequeñas dosis, no hay nada que caiga mejor. ¡Gracias Jane Austen!

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