Entre Montevideo y Caracas

5.170 kilómetros separan a Montevideo de Caracas, distancia que se traduce a más de 50 horas en carro, y poco más de 7 horas en avión.
En realidad, estas cifras a casi nadie en el mundo le importan un bledo, además de a mí. Dudo que un caraqueño en su sano juicio tenga algún interés en ir a vivir en una ciudad como Montevideo, y viceversa. Lo sé porque conozco las dos ciudades, y más o menos entiendo las dos culturas, pues como muchos saben, siempre he sentido que tengo un pie allá y uno acá.   
Mi mamá detesta  al cono sur, tanto que lo llama el “coño” sur; pero mi papá, a mi papá le gusta tanto que recuerda con gusto sus viajes a Punta del Diablo y Ushuaia; sin duda, lugares dignos de refranes como: “donde el diablo perdió la bicicleta”, o “donde el viento se devuelve”.

Es curioso que estando en el mismo continente, y hablando el mismo idioma seamos tan diferentes.
Caracas es, como dijo el escritor venezolano José Ignacio Cabrujas: “Una ciudad nueva, siempre nueva, siempre reciente”  En cambio Montevideo es una ciudad muerta –ojo, no lo digo yo, lo dice un montevideano, -más específicamente una amiga de Ángel Rama, intelectual uruguayo que vivió en Caracas en los años 70. Caracas es bullicio, apuro, ajetreo, ruido, tráfico, calor, desorden, caos. Montevideo es tranquilidad, viento, silencio, lentitud, es estático, es inmutable.
Pongámoslo así: en Montevideo lo único que cambia es el clima -y mucho-; mientras que en Caracas todo es cambiante, todo el tiempo, -excepto el clima.
Vivir aquí es agotador, se los digo, pero nunca aburrido, un día jamás es igual al anterior, la incertidumbre es parte nuestra rutina, aunque suene algo paradójico, es nuestro sistema de vida. La vida aquí es impredecible: hoy tal vez agarraste dos horas de cola, pero mañana puedes tener surte y sólo haces 45 minutos de trayecto. La semana pasada había una protesta de motorizados que trancó toda la ciudad, y mañana puede que se tranque la ruta hacia la universidad por un camión que se voltea en plena autopista, o un autobús que se queda atascado entre el abismo y la montaña. Quién sabe.
Venezuela es el país del “puede ser”, del “por ahora”, y del tan gastado “ya veremos”.
Uruguay es todo lo contrario, Uruguay es seguridad, es estabilidad. Hasta en su geografía se nota, ¡no tienen ni una montañita!, y se la pasan tomando mate en la rambla los uruguayos, viendo al infinito horizonte…
Desde mi ventana lo que veo es un  sol resplandeciente, típico de los primeros días del año aquí en Caracas, y veo mucha vegetación, mucho verde y montañas. Creo que es difícil entender para alguien que viene del trópico, a una ciudad sin ese manto verde que se filtra decididamente entre las calles como un germen incontrolable. Es, en cierto modo, lo que amarra la ciudad al suelo. Es también nuestro escape visual, es lo que nos permite respirar.
Montevideo es una ciudad para intelectuales, allá cualquier ciudadano de a pie es un pensador, simplemente porque el ambiente de la ciudad lo propicia.  ¿A qué me refiero con el ambiente de la ciudad? ¿Cómo se puede identificar esa cosa tan volátil, tan intangible? Para ilustrar este punto voy a compartir con ustedes algunas cosas bastante bizarras que vi en mi último viaje a Montevideo, que fue en el año 2007.

1.       En una isla en medio de una avenida de Montevideo, vi una cosa muy rara -apartando el hecho de que no había grama sino piedritas, cosa que ya es suficientemente rara para alguien que viene del trópico- pero más raro aún, había un aviso en medio de la isla con las palabras “Espacio libre”
Espacio libre . . . (WTF?!)  
Ok… ¿por qué no? Sin duda es bizarro ese aviso, pero, al parecer era necesario aclarar, por si alguien tenía la duda, que esa isla en medio de la avenida es, en efecto, un espacio libre. Es como conscientemente admitir la presencia del vació en medio de la ciudad. Raro.

Miren, señores, con toda la burocracia que tenemos aquí en Venezuela, con todos los afiches de propaganda política que inundan la ciudad, les aseguro que a nadie, jamás ni nunca se le ocurriría la idea de poner un aviso en una isla en medio de una avenida sólo para anunciar a vox populi que ese es un espacio libre. No es porque piensen que es una pérdida de dinero ni nada por el estilo, simplemente jamás se les pasaría por la cabeza semejante idea. No somos tan nihilistas, es más, es lo menos que somos, aquí todo el mundo cree en alguien, llámalo María Lionza, Jesucristo, la Virgen del Valle, José Gregorio Hernández, quien sea, el punto es que somos creyentes, no somos nihilistas, ni agnósticos, ni mucho menos ateos.

2.       Si los graffitis aquí en Caracas fuesen como los de Montevideo, se los juro que no me molestarían tanto. Vi uno que decía: “PERDIÓ CHÁVEZ, GANÓ LA LIBERTAD” grande en letras rojas.  Y luego vi otro que decía: “monumento a la nada”.
Aquí en Caracas somos tan pitiyanquis que hasta se pueden conseguir graffitis en inglés. Insólito, ¿no? El mejor que he conseguido en la ciudad dice lo siguiente: “overcome the devils with a thing called love”. Y la verdad, comparado con los de las calles de Montevideo me parece, además de pitiyanqui, algo cliché.

3.       La última cosa que voy comentar me hizo creer que había llegado el apocalipsis a Montevideo. Fue así de bizarro. Lo que presencié fue una común y corriente tormenta de verano, a una cuadra de la rambla. Miren, aquí en mi país, el cielo sólo puede ser o azul o gris, - usualmente es azul- y en los atardeceres se mancha de rosado y anaranjado, pero hasta ahí. Lo que yo vi en el cielo de aquella tarde montevideana fue como ver a los maestros Monet, Van Gohg y Degas peleándose con sus pinceles inundados de pintura. Jamás en mi vida había visto algo así. Me quedé paralizada del susto, hasta que el viento, que estaba soplando muy fuerte, me obligó a entrar al edificio.


Podría seguir hablando, y seguro conseguiría más diferencias entre las dos ciudades, pero entonces esto se volvería demasiado largo, incluso para mi gusto. Estoy segura de que si un montevideano viniera a Caracas también encontraría muchas cosas raras en esta ciudad. Sólo creo que existen demasiadas diferencias entre dos países que están en el mismo continente, y que hablan el mismo idioma… pero, a pesar de que dudo que alguna vez pueda conseguir algo en común entre las dos ciudades, lo cierto es que yo estoy, inevitablemente atascada entre Montevideo y Caracas.


Comentarios

  1. Bueno mi linda, te dije que leería, y casualidad que escribiste respecto a estas dos ciudades. Fui a Montevideo los primeros días de este año en un viaje que andaba por el "coño sur" y realmente me pareció una ciudad que lo tiene todo y de cierta forma no tiene más nada. Soñé con tener un apartamento frente a la rambla, viéndome salir del trabajo a las seis de la tarde buscando a Birra y yendo a correr con ella en todo el atardecer de la ciudad que es realmente espectacular...te compartiré una foto que tomé de la vista del Río de la Plata desde la playa.

    Besos.

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    Respuestas
    1. Hola nimo :) gracias por tu comentario! si, los atardeceres allá son un espectáculo... y caminar por la rambla es una nota! :) aqui en caracas nos faltan espacios para caminar y para andar en bici, cosas que si se pueden hacer tranquilamente en Montevideo...

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