Otra visión - anécdotas del intercambio

Lo mejor de hacer un año de intercambio es compartir con personas de otras culturas. Ahí está la verdadera oportunidad de aprendizaje: descubrir nuevas visiones del mundo a través de la mirada de otros. 
En mi caso la experiencia ha sido extremadamente divertida ya que estoy en Bruselas, el corazón de Europa, rodeada de europeos, y considerando que vengo de un país latinoamericano y tropical, (con todo lo que eso implica) el cambio en mi estilo de vida ha sido del cielo a la tierra. En el grupo de estudiantes de intercambio de mi universidad, sólo 4 personas de 32 venimos de Sudamérica: somos 1 chileno, 2 brasileras y yo, la venezolana. –pero aquí entre nos, todos sabemos que Brasil es un mundo aparte, aunque estamos en el mismo continente, ni siquiera compartimos el mismo idioma- al menos con mi compañero chileno puedo hablar español, y entre “bacanes” y “chéveres” nos entendemos sin problema. 
Naturalmente, la curiosidad por entender como es la vida del otro lado del mundo hace que muchas de nuestras conversaciones sean sobre las costumbres y el estilo de vida en cada uno de nuestros países de origen. Y es en ese proceso de intercambio más puro y sincero que reconoces que las cosas que nos parecían tan naturales, en realidad son bastante insólitas, cuando las ves desde otro ángulo. Quiero compartir entonces con ustedes, algunas anécdotas que he rescatado de este tipo de conversaciones, cuando me ha tocado hablar de las costumbres venezolanas.

1. En una oportunidad, luego de que mi amigo chileno explicara lo peligrosos que son los tiburones en las playas de Chile, me preguntaron si en Venezuela existen tiburones, y yo respondí con total naturalidad: “si, nosotros comemos carne de tiburón” y sonreí como si nada. Noté que algo estaba mal cuando el resto de la personas en la mesa pusieron una cara de espanto, y me miraron asombrados. Me imagino que los venezolanos que están leyendo habrán pensado en lo mismo que yo: una empanada de cazón margariteña. ¡Qué delicia! Al parecer comer carne de tiburón puede sonar un poco raro para personas de otras culturas, puede sonar un poco “hard core” por así decirlo. En Venezuela los tiburones no comen gente, la gente se come a los tiburones. 
¿qué tal? –¿somos arrechos o que?-

2. Por supuesto alguna anécdota sobre el clima no podía faltar, el otro día una compañera de clase belga me ha preguntado con una ingenuidad irrisoria: “Y cuál es la temperatura más baja durante el invierno en tu país?” se imaginan lo difícil que fue para mí no soltar una carcajada frente a la cara de mi nueva amiga. Manteniendo la compostura, le respondí en un tono condescendiente: “no, mi vida, en mi país no hay invierno, es el trópico” noté que necesitó un momento para imaginarse esa situación paradisíaca y lejana para ella, entonces yo la ayudé diciéndole: “simplemente es verano todo el año” y ella comprendió. –qué cosa, pensé yo, aquí en Bruselas apenas es octubre y ya estamos sacando del closet los abrigos de invierno-

3. Todos vimos Pocahontas, ¿no es cierto? ¿Recuerdan esa escena en la que John Smith le pregunta si hay oro en sus tierras y ella le muestra el maíz? Pues aunque suene cómico, es así, el maíz es muy valioso para nosotros, es un alimento básico en nuestro continente, y en todos los países latinoamericanos está presente de alguna u otra manera en la dieta típica. La verdad es que yo no estaba tan consciente de que yo también soy parte de la cultura del maíz, hasta que mi compañera de residencia, que es francesa, me sorprendió un día en la cocina con la siguiente frase: “¿Ya te sientes en tu tierra?” me preguntó a modo de chiste mientras me veía abrir una lata de maíz dulce. Yo no entendía a qué se refería. Ella se explicó diciendo: “es que compras maíz en todas las formas y presentaciones que existen, y lo usas en todas tus comidas, ¡es impresionante!” y se río. Fue en ese momento que tome conciencia de que había comprado una bolsa de harina pan, unas mazorcas de maíz, y 3 latas de maíz dulce. 
-Y aún así extraño las cachapas- y que ni se les ocurra decir, luego de escuchar tu explicación de qué es la harina pan, que “es como la maicena” porque eso es igual que insulten a tu abuela. -Y no, no es como la maicena, es muy diferente. 

4. La terrible situación económica de nuestro país es algo difícil de entender para cualquier extranjero, porque, desde afuera cuando piensan en Venezuela piensan en petróleo, muchas riquezas naturales, y hermosos paisajes que atraen a los turistas. Entonces no comprenden cómo puede ser que el país esté quebrado, que los estudiantes no tengan acceso a divisas para vivir fuera del país, que haya escasez de alimentos básicos y que un euro en el mercado negro cueste 100 bolívares, pero a la tasa oficial, cuesta 11. Triste pero cierto. Cuando te toca explicar todas estas cosas, es inevitable preguntarte una vez más: ¿cómo pudimos permitir que la situación llegara a este 
punto? 

5. Explicar dichos populares como “mango bajito” puede ser todo un reto. En primer lugar, cómo hacer entender a un europeo que en nuestra exuberante tierra tropical, hay miles de árboles de mango en las calles de la ciudad, y hay una época del año en la que las ramas de los árboles se encorvan para ofrecerte sus frutos, como puestos en bandeja de plata, para que tú los tomes sin ninguna complicación, sólo con alzar el brazo. Y más difícil aún es hacerles entender el significado que le hemos dado a nivel metafórico a la frase “querer puro mango bajito” como para decir que quieres alcanzar todo de la manera más fácil y cómoda, como alcanzas la fruta… suena hasta extraño cuando lo explicas, como si la frase perdiera sentido por completo cuando la extraes de su contexto. Pero es así: Caracas está llena de matas de mango. –Y si, no es un árbol, es una mata ‘e mango, así es como lo decimos los venezolanos, ¿no es cierto?- 

Estas y otras cosas insólitas de nuestra cultura venezolana se me revelan frente a mis ojos de una nueva manera, lo veo más fascinante, y más claro todo, es como si la distancia, en vez de hacer que todo se vea borroso y lejano, produce el efecto contrario, y el estar inmersa en otra cultura te posiciona en el ángulo perfecto para ver las cosas que creías que conocías con una nueva objetividad; es sencillamente, otra visión.

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