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Mostrando las entradas de agosto, 2013

Reflexión sobre la sociedad venezolana

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Una vez el profesor y arquitecto Henry Rueda, hablando sobre los arquitectos venezolanos más destacados en los últimos tiempos, dijo, casi a modo de una reflexión en voz alta, que la mayoría de ellos empiezan a ejercer la profesión con energía y buenas ideas, no obstante “viven un ocaso al final de su carrera”. Y puso como ejemplo a Fruto Vivas. Y es cierto, con sólo poner una foto del Club Táchira (1955) codo a codo con una foto del pabellón de Venezuela del año 2000 (obra conocida como La Flor de Venezuela), es suficiente para estar convencido de sus palabras. Club Táchira (1955)                                                           Flor de Venezuela (2000) Esa idea se quedó en mi cabeza dando vueltas… ¿pero por qué ocurre ese fenómeno? ¿A dónde se va el talento y la sensatez? Buscando la respuesta, empecé a inventar hipótesis. ¿Será que tiene que ver con la falta de persistencia o constancia? ¿O es que los venezolanos tenemos una tendencia autodestructiva que nos

El teatro de la crisis

Yo no sé ustedes pero yo creo que los venezolanos somos inteligentes; además de ser gente bonchona, por supuesto, que disfrutamos de una buena carcajada con los amigos. Es sabido que en tiempos de crisis es que aflora la creatividad, y nosotros los venezolanos, más que nadie sabemos que el buen humor es una herramienta muy valiosa.  Como si se tratara de una risoterapia grupal, acudimos al teatro. Es evidente que en estos últimos años ha aumentado la producción de obras de una manera impresionante. Y me parece genial, entretenimiento hecho por venezolanos para venezolanos. Pero lo que no me parece es que se vuelva tan sólo un negocio. Sé que estamos en el siglo del entretenimiento para las masas, pero admítanlo, ya se vuelve aburrido cuando todas las obras de teatro son la misma cosa, ¿no creen? La cartelera teatral en este momento se resume en cuatro palabras: parejas, divorcio, sexo y alcohol. Si, es cómico, es anecdótico, pero raya en la mediocridad. No hay razón para subestimar al