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Mostrando las entradas de 2014

The Pivot Questionnaire

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One of my favorite TV shows is Inside the Actor’s Studio , hosted by James Lipton. In each episode Lipton interviews a famous actor, and to finish their rendez-vous he uses the 10 questions of the Pivot Test of Personality . Such questionnaire was first used by the French journalist Bernard Pivot, in his own show of interviews. A couple of days ago I bumped into this super entertaining video which shows some of the most original responses that have been given to the questionnaire in Lipton’s show. Since I had a good laugh while watching it, I wanted to share it with you, so you can enjoy it too.  Then I answered it myself, just for the fun of it; you will find my answers down below.   : ) What is your favorite word? Dios. (God) What is your least favorite word? Mierda. Furúnculo. Both their meaning and their sound are disgusting.  (furúnculo is a Spanish word that refers to an irritated pimple) What turns you on

Traverser l’océan

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C’est toujours difficile de s’adapter à un nouveau milieu, car à la fin, l’homme est un simple animal d’habitude. Moi je suis, malgré tout, un être du tropique, je ne peux pas le nier. Et maintenant l’hiver vient vers nous, ici en Belgique, et je ne peux pas empêcher à mon corps de réagir face à ce géant monstre qui l‘embête, comme une brume dense qui est placée en face d’une voiture qui essaye de rouler sur un chemin isolé.  Ma peau bronzée commence à manquer de soleil, sa sensation délicieuse sur mes joues qui fait  qu’elles deviennent rouges peu après être sorti dehors.  -Pour l’instant la seule chose qui reste toujours rouge c’est mon nez, à cause du froid. Oui, juste comme Rudolf, c’est ça. Il y a déjà trois mois que je suis arrivée en Belgique, et le premier effort pour comprendre la langue est déjà passé, j’ai réussi à comprendre les cours à l’université, à expliquer mon projet aux profs, et à parler sans problèmes avec mes nouveaux amis francophones. Mais, comme  toujours

Los miércoles

Amo los miércoles. Ahora que lo pienso debe ser mi día favorito de la semana… ¡Si, en efecto lo es! Pero, ¿por qué? Quién no ha exclamado alguna vez: “¡¿ aún es miércoles?!” en la oficina o en el salón de clase, arrugando el rostro con un gesto de dolor. El miércoles significa que aún queda media semana por delante, que estás a medio camino y si no agarraste suficiente impulso el lunes, pues tendrás que agarrar fuerzas hoy, para llegar al viernes. Pero para mí el miércoles no tiene nada que ver con eso, los minutos y las horas que componen a ese día no son terrenales ni humanas, ni se miden con agujas de cualquier reloj. ¡Es más, no sé ni cómo se miden! Son 24 horas extraídas de otra dimensión, en las que el tiempo es relativo y las cosas van a otro ritmo.   Hasta hoy, mi amor por los miércoles era algo intuitivo, sin mucha lógica, sólo sabía que suelo ser feliz ese día particular de la semana. Como cuando un niño descubre cuál es su color favorito. Le gusta, le contenta, le

Otra visión - anécdotas del intercambio

Lo mejor de hacer un año de intercambio es compartir con personas de otras culturas. Ahí está la verdadera oportunidad de aprendizaje: descubrir nuevas visiones del mundo a través de la mirada de otros.  En mi caso la experiencia ha sido extremadamente divertida ya que estoy en Bruselas, el corazón de Europa, rodeada de europeos, y considerando que vengo de un país latinoamericano y tropical, (con todo lo que eso implica) el cambio en mi estilo de vida ha sido del cielo a la tierra. En el grupo de estudiantes de intercambio de mi universidad, sólo 4 personas de 32 venimos de Sudamérica: somos 1 chileno, 2 brasileras y yo, la venezolana. –pero aquí entre nos, todos sabemos que Brasil es un mundo aparte, aunque estamos en el mismo continente, ni siquiera compartimos el mismo idioma- al menos con mi compañero chileno puedo hablar español, y entre “bacanes” y “chéveres” nos entendemos sin problema.  Naturalmente, la curiosidad por entender como es la vida del otro lado del mundo hace

Fenomenología y arte: compartir lo intangible.

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He estado investigando un poco sobre la fenomenología, y el estudio de la percepción. Como estudiante de arquitectura me intriga el proceso mental que es capaz de generar en mi mente un mapa de los lugares que he habitado. Y más interesante aún, he descubierto que mi mente hace trampa; es decir, no hace un registro fiel de la realidad, porque me ha pasado que cuando regreso a un lugar luego de mucho tiempo, me encuentro con la sorpresa de que no es exactamente como yo lo tenía pintado en mi cabeza. O también, me ha ocurrido que guardo sólo pedazos de lugares, islas inconexas en donde se que estuve pero no sé cómo llegué. He visto colores que eran más brillantes en mi memoria, aromas más intensos en el recuerdo…hasta el punto en que siento que en mi mente lo que hay es una versión de este mundo, un universo paralelo construido a través de una selecta colección de fotos, con vastos océanos vacíos y espacios intersticiales; una red de lugares y objetos simbólicos que sólo para mí tiene s

Lo que no está en el manual

En una de las bibliotecas de mi casa en Caracas, resiste erguido como un soldadito un pequeño libro titulado “If life is a game, these are the rules” ( si la vida es un juego, éstas son las reglas ) recuerdo pasar sus páginas saltándome los largos párrafos -que me parecían insoportablemente aburridos- y leyendo solo las frases de personajes célebres que hacen las veces de interludio entre los capítulos. Siempre puse en duda la exactitud que pudieran tener los consejos de dicho libro, me preguntaba si era posible que tuviera la respuesta exacta para cualquier problema o situación específica que se me presentara en la vida. Como el ser racional que soy, siempre espero una respuesta exacta, un resultado concreto, como cuando 2 + 2 da 4 y no cabe duda que da 4. Pero en mis escasos 23 años de vida he aprendido que las cosas casi nunca funcionan así, y cada vez que lo compruebo en carne propia es como si la vida me diera una cachetada y me dijera: “No, no es como tu creías, pero mira, ¡

Cuentos de Tata II

La casa de Tata era un lugar intimidante en muchas maneras para una niña correcta de nueve años: los muebles eran pesados en masa y estilo, con altos espaldares de colores sombríos y textura áspera. Las camas rechinaban como si se quejaran de tu peso sobre ellas cada vez que te recostabas, y hacían que tu espalda tomara una curvatura sin precedentes. Los gabinetes de la cocina estaban infestados de cucarachas de dimensiones dignas de un clima tropical, e incluso algunas eran voladoras. La casa estaba conformada por tres plantas, de las cuales dos eran un misterio para mí en aquel entonces: la planta inferior tenía un amplio jardín, que con los escasos cuidados de mi abuela parecía más bien una selva; había una mata de mango inmensa en el medio del espacio, y que yo supiera, moraban por ahí un morrocoy anciano y un conejo blanco. La planta alta estaba en desuso, y fuera del alcance de los niños, y según mi abuela se podía llegar hasta el techo, a través de una pequeña terraza escondi

Cuentos de Tata

Desde muy corta edad supe que quería ser escritora, y a eso de los 16 años ya sabía sobre qué quería escribir: quería contar la historia de mi abuela. Una tarde decidí entonces tomarme el asunto de mi futura carrera en serio, y agarrar al toro por los cuernos: con mi usual lógica y estilo académico pensé que lo mejor era empezar haciendo una investigación. Así que, con la más noble determinación,- digo noble porque lo que me movía era una fuerte admiración por el personaje de mi abuela - busqué un cuaderno que tuviera espacio libre para tomar notas, fui a casa de mi abuela y me senté en el porche junto con ella a escuchar la narración de su autobiografía. Recuerdo haberme quedado atónita cuando con total naturalidad mi abuela me empezó a hablar de casas que nadaban en el agua, hombres que se los habían llevado el mismo diablo a caballo, de animales que creía que no existían en el planeta tierra, y de extrañas enfermedades que machaban la piel de tornasol. Era casi como oír una his

Dentro de la caja negra

Hace unos días fu al teatro de Chacao a ver Crimen y Castigo, una adaptación del clásico de Dostoievski. Aunque debo admitir que mi principal motivación para asistir era conocer los espacios del centro cultural Chacao, diseñado por el arquitecto Micucci, la obra de teatro que usé como excusa para ir no fue ninguna decepción. Hubo algunas cosas de la adaptación que no me gustaron mucho, y una que otra escena que hubiera recortado o incluso eliminado, pero quisiera hacer hincapié en las cosas positivas: las tres actuaciones principales me parecieron bastante buenas, en especial la interpretación del inspector, que sin duda fue lo más genial de la obra junto con la música, la cual me resultó verdaderamente impactante, y siento que ayuda mucho a crear un aire de tensión que acompaña las acciones del protagonista. En términos generales me pareció una buena obra y por supuesto súper interesante. Pero mientras bajaba las oscuras y estrechas escaleras del balcón, tomé una resolución: NO

El azar

Por la ventana, veo en el suelo nevado una minúscula rana. Parpadea un ojo y abre de par en par el otro. Me observa sin moverse. Comprendo que se trata de Dios. Se manifiesta a mí bajo esta forma y mira si he comprendido. (…) No existen los milagros, he aquí lo que Dios me ha dicho, a mí, eternamente insatisfecho. Le hago la pregunta: En ese caso, ¿queda aún algo por buscar? Todo está en calma alrededor. Cae la nieve en silencio. Estoy sorprendido por esta calma. Una calma paradisíaca. Ninguna alegría. La alegría no existe más que en relación a la tristeza. Sólo cae la nieve. (…) Aparentar que se comprende, pero de hecho no comprender nada. En realidad, no comprendo nada, pura y simplemente nada. Así es. -Extracto de la novela “La Montaña de Alma” de Gao Xingjian Estoy empezando a creer en el azar. No porque piense que la vida es azar, sino porque nuestra ceguera nos hace creer que lo es. Los eventos de nuestra vida se nos presentan como una serie de

Mi experiencia como misionera católica

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Cuando me preguntan de qué temas suelo escribir, simplemente respondo: “de cualquier cosa que me apasione” Pero hay una cosa que me apasiona, que me fascina, que me ha cambiado la vida, de la que no había escrito hasta ahora: me refiero a la experiencia de irme de Misiones en Semana Santa. Sí, soy católica, y lo digo con una sonrisa de oreja a oreja. Se los puedo asegurar: lo mejor que he hecho en mi vida entera ha sido irme de misiones en Semana Santa. Este año ya fue la tercera vez que me fui de misiones. Y al comentarle eso a una compañera en el primer día, ella, que era nueva en todo esto, me preguntó con una cara de susto e intriga: “¿y qué te hizo volver?” Yo me abalancé a responderle con un entusiasmo que, en retrospectiva pienso que le habrá resultado un poco raro y exagerado. Recuerdo que le dije algo así: “Porque ya sentía que lo necesitaba, la última vez que me fui de misiones fue en el año 2011, y fue LO MÁXIMO; necesito volver a sentir que estoy haciendo algo por los